¿Cómo mejorar la luminosidad de la piel?
Una piel luminosa es signo de una piel sana y bonita. Las agresiones externas, la propia condición de la piel y factores internos como el estilo de vida serán determinantes a la hora de mantener una luminosidad adecuada en la piel.
¿Qué es la luminosidad en la piel?
La luminosidad de la piel no tiene nada que ver con los brillos, sino con ese tipo de piel prístina que emite su luz propia. Es un síntoma de una piel sana, jugosa, hidratada y bien tonificada. Para que nos entendamos, la piel luminosa nos hará mostrar nuestra mejor versión del rostro, como en el caso de las pieles más jóvenes.
Compatible con todos los fototipos de piel, la piel luminosa tiene esa luz discreta y natural. Por intentar explicarlo de una forma más técnica, la luminosidad es como la luz que emite por naturaleza el rostro, mientras el brillo se refiere más a la cantidad de luz que recibe un objeto. Por eso, una piel grasa (especialmente con mucho sebo) se aprecia con brillos por la luz que recibe del exterior sobre la superficie; sin tener nada que ver con la luminosidad que realmente muestra.
¿Por qué la piel pierde luminosidad?
Las pieles opacas, faltas de esa luminosidad en la piel, se rige por distintos factores como comentábamos; donde el propio envejecimiento juega un papel clave en la opacidad de la piel.
No en vano, a partir de los 30 años la estructura de la piel comienza a debilitarse y puede dar lugar a una pérdida de la luz de la tez del rostro. Especialmente a partir de los 40 años, se debe trabajar sobre la luminosidad para conservar la piel en buen estado para intentar controlar la matificación de la piel.
Los procesos hormonales, como la caída de estrógenos tras la menopausia, también reduce la renovación celular causando sequedad, arrugas, manchas y la famosa pérdida de luminosidad.
La luz solar, como sabes, daña las células de la piel y, además de los signos clásicos como manchas o deshidratación, también puede llevar a esa pérdida de luminosidad.
Como es evidente, las condiciones climáticas también van a afectar a la luminosidad de la piel. Por ejemplo, el frío y el viento resecan mucho la piel, de forma que la falta de hidratación y elasticidad hace que la piel pierda su viveza y su luminosidad.
Por último, los hábitos de vida son claves a la hora de determinar la luminosidad de la piel. El alcohol, el estrés, la exposición a la contaminación o una dieta desequilibrada van a potenciar la pérdida de luminosidad.
El tabaco merece una especial atención, ya que la nicotina, como en el caso de la exposición solar, afina los vasos sanguíneos y reduce el flujo de oxígeno y nutrientes. Si le sumamos la gran cantidad de radicales libres que se le asocian y su capacidad para ensuciar la piel y, en concreto, los poros, encontramos una combinación explosiva.
¿Cómo mantener la luminosidad en el rostro?
Obviamente dependiendo de la condición de la piel y de todos los factores que comentábamos antes, mantener la luminosidad de la piel será más o menos complejo.
En primer lugar, es importante mantener una buena rutina facial donde la higiene diaria y regular permita mantener la piel libre de impurezas. También es interesante realizar exfoliaciones regulares para que las células muertas no opaquen la tez, dejando la viveza de las nuevas células lucir sobre la piel.
Por otro lado, es importante mantener la piel muy bien hidratada con activos clave como el ácido hialurónico para mantener la piel en su mejor versión. Los antioxidantes y la Vitamina C también son grandes aliados para mejorar la luminosidad de la piel y combatir el envejecimiento prematuro.
Dormir bien, beber el agua diaria recomendado y mantener una dieta rica en pescados, frutas y verduras, huyendo de los alimentos procesados, también serán opciones inteligentes si quieres mejorar la luminosidad de la piel.