¿Sabías que la edad se refleja en tu cabello?
Habitualmente cuando hablamos de envejecimiento nos centramos en el envejecimiento de la piel y las consecuencias derivadas; pocas veces nos planteamos que el cabello también sufre los achaques del tiempo, cambiando su forma, textura o cantidad. ¿Qué sabes del Envejecimiento del cabello?
La mayoría asociamos las canas o la caída del cabello con los efectos del paso del tiempo, pero el envejecimiento del cabello debe entenderse como un conjunto de cambios biológicos. Con los años, se reduce la circulación sanguínea en el cuero cabelludo y se reducen el nivel de vitaminas y oligoelementos que mantienen el cabello en buen estado.
Los síntomas de la edad en el cabello
El color, el grosor se ven afectados por la genética, al igual que la densidad del cabello que se define por el número de folículos totales que cada persona posee en el cuero cabelludo y que varían con el paso de los años; por lo que es parte fundamental para entender el envejecimiento del cabello.
Así, en condiciones normales, un niño puede tener en torno a 1.100 folículos por centímetro cuadrado, mientras a los 25 años se estima que habrán comenzado a caer hasta los 600 folículos por centímetro cuadrado; una cifra que se reduce hasta 300 folículos por centímetro cuadrado entre los 30 y 50 años, según datos del Grupo de Tricología de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
En general, podemos decir que el cabello se debilita a medida que envejece. De esta forma, cada día es un poco más frágil y fino, de forma que se potencian las puntas abiertas y el cabello quebradizo. Esto afecta al volumen general, así como al brillo, la caída y la deshidratación; por ello, estos serán síntomas claros del envejecimiento del cabello.
En el caso de los hombres, los problemas capilares comienzan a partir de los 25 años en base a la genética y la condición de vida; así 1 de cada 4 hombres comienza a perder cabello. A partir de los 50 años, el 50% de los hombres sufren severas caídas capilares (incluso con calvicie) y en la vejez el porcentaje aumenta aún más.
Las etapas de la vida y el cabello
En general, el cabello pasa por distintas fases a lo largo de la vida, con fases de crecimiento y recesión, con momentos de calma y de mayor actividad. Evidentemente, será algo que varíe en base a cada persona y su situación particular, pero, a grandes rasgos, se pueden encontrar diferencias en base a la época del año y la etapa de la vida.
Podemos resumir así el envejecimiento del cabello:
- Los 20. La fuerza y la vitalidad caracterizan al cabello, por lo que es el momento perfecto para lucir melena. La nutrición será básica para mantener ese estado saludable a largo plazo.
- Los 30. A partir de los 30 años notamos deficiencias en el cabello. Pueden aparecer las primeras canas y suele verse más apagado y quebradizo; tanto por el estado del cabello como por la condición de vida que suele ser más estresante e intensa. Nutrir e hidratar serán básicos para mantener el cabello en una buena condición de salud.
- Los 40. Una época crítica, en la que el cabello comienza a perder densidad y volumen; en el caso femenino se suma el cambio hormonal que, al producir menos estrógenos puede potenciar la caída y ralentizar el crecimiento. Mantener una dieta altamente nutritiva, rica en vegetales y proteínas, será básico para casi cualquier aspecto de tu vida en esta década.
- Los 50. Se produce una fuerte caída en la producción de colágeno, lo que estropea las fibras capilares y, por ello, el cabello puede verse más fosco o encrespado. Por ello, será importante reparar el cabello con mascarillas hidratantes y nutritivas, así como aportar antioxidantes, evitando todo aquello que pueda perjudicarlo más como el uso de herramientas térmicas en exceso y sin protectores de calor (secador, plancha) o el control de la dieta, controlando el consumo de carbohidratos.
- Los 60. A partir de los 60 años debemos buscar tratamientos reestructurantes y evitar dañar el cabello; por lo que huiremos de productos demasiado agresivos. Sobre todo, debemos combatir la sequedad (por lado contrario, esa sequedad permite espaciar los lavados, dejando menor sensación de suciedad.