¿Sabías que…? El padre de la microbiología era un comerciante de tela
Cuando la ciencia y la moda se dan la mano a menudo es el mundo de la moda quien se aprovecha de las ventajas y avances de la ciencia y la tecnología a la hora de incorporar nuevos elementos. Sin embargo, esto no siempre ha sido así aunque a priori cueste un poco creerlo.
La historia es bastante lógica si se piensa un momento, un comerciante de telas completamente normal en el contexto de mediados del siglo XVII en los países bajos, se ayuda de lentes para poder observar bien los tejidos, como era habitual en la época. Era muy común utilizar un pequeño artefacto fabricado con lupa montada en un pequeño soporte, pero su capacidad de ampliación era aproximadamente de tres aumentos.
Las exigencias del mercado y la conocida viveza del comerciante de telas nuestra historia que acostumbraba a analizar al detalle las telas que vendía, habitualmente de lana, seda o algodón, con tejidos muy distintos entre sí, le llevaron a crear el precursor del microscopio moderno, por el acabó siendo bautizado como el «padre de la microbiología».
Antoni van Leeuwenhoek, como se le conoce oficialmente, fue aprendiz de tratante de telas en Amsterdam tras la muerte de su padre, obsesionándose cada vez más por las pequeñas cosas con la intención de ofrecer las mejores telas a sus clientes.
Tras trabajar con las lentes de aumento que se utilizaban en la profesión debió quedar fascinado y empezó a desarrollar sus propias lentes de aumento, dedicando parte de su tiempo a investigar sobre la microscopía de la época, aún cuando se sabe que con el tiempo se fue apartando del mundo de las telas desarrollando otros trabajos, como empleado municipal.
Consiguió elaborar un aparato que conseguía un aumento de 200 veces su tamaño y así, por casualidad, descubrió todo un mundo de pequeños elementos que hasta el momento habían estado ocultos para el ojo humano.
Al principio parecían pequeñas motas en una gota de agua, pero, sin darse cuenta, aquel hombre dedicado al mundo de la moda del siglo XVII y las telas había visto por primera vez en la historia las bacterias del aguas de un lago ubicado cerca de Delft.
Por desgracia, no dejó demasiadas pautas sobre sus métodos a la hora de crear estos objetos, a pesar de colaborar con la Royal Society realizando numerosas investigaciones, siempre fue muy cauteloso a la hora de guardar el secreto sobre cómo hacía las lentes, por lo que no sería hasta décadas después cuando los humanos consiguieron crear de nuevo lentes tan potentes (y mucho más con el tiempo) como las de Antoni van Leeuwenhoek.