#ActivosCosméticos Aceite de Ricino
El aceite de ricino es uno de los aceites esenciales para el cuidado de la piel. Su capacidad hidratante ayuda a reforzar las estructuras, mejorando su estado general. Sus propiedades son beneficiosas tanto en uso tópico, como en la piel, las uñas o el cabello, como consumido para ciertas acciones sobre el organismo, como en el caso del estreñimiento.
Su capacidad de hidratar, recuperar la barrera de la piel y reponer oligopolios básicos lo convierte en un gran aliado del ser humano durante milenios. Descubre todas sus propiedades y usos con nosotros.
¿Qué es el aceite de ricino?
Podemos decir que el aceite de ricino es un triglicérido compuesto por ácidos grasos esenciales, entre los que destaca el Omega 9. Dentro de los ácidos grasos esenciales, destacan los ricinoleico, oleico, linoleico, linolénico, esteárico, palmítico y dihidroxiesteárico.
Además contiene vitamina E, por lo que estimula la producción de colágeno y elastina; aportando un efecto antiedad.
Extraído de las semillas de la planta del ricino (Ricinus communis), el aceite de ricino ha sido cultivado y utilizado durante milenios en muchas partes del mundo. El origen de la planta se ubica en África, por una zona que hoy coincidiría con gran parte de Somalia; aunque se han encontrado registros de que su uso data del antiguo Egipto y existen referencias a su uso en Asia. De esta forma, se cree que su origen está en las áreas tropicales de África y Asia.
¿Cuáles son las propiedades y beneficios del aceite de Ricino?
Conocido erróneamente como aceite de castor por su traducción del inglés, durante milenios, el aceite de ricino se ha utilizado en muchos ámbitos; como en problemas digestivos por su efecto laxante y sus propiedades purgantes que favorecen la digestión.
En cosmética, el aceite de ricino cuenta con interesantes propiedades antiinflamatorias y antibacterianas. De este modo, se convierte en aliado en formulaciones para pieles grasas, acnéicas, cicatrices y marcas, incluyendo el tratamiento de las estrías. De hecho, se utiliza en muchos limpiadores por sus triglicéridos que ayudan a eliminar la suciedad en la piel.
También se utiliza porque cuenta con alta capacidad hidratante natural gracias a su contenido en ácido ricinoleico, un ácido graso monoinsaturado. Así, se convierte en un interesante humectante para mantener los niveles naturales de agua en la piel. Esta capacidad emoliente (sumada a la antiinflamatoria), también lo hace interesante en casos de pieles sensibles; como aquellas con dermatitis o rosácea.
Dentro del cuidado del cabello, se conoce por colaborar a tratar su estado general al actuar directamente sobre la hidratación. Además, acondiciona el cabello para dejar la melena más suave, mejorando el brillo. El aceite de ricino fortalece el cabello reduciendo la rotura (especialmente en cabellos finos) y recubre la estructura reduciendo las puntas abiertas.
Por otro lado, ayuda a estimular el crecimiento y prevenir la caída, gracias al fortalecimiento del cuero cabelludo. Se incluye también en productos para la caspa por su acción al reducir la sequedad, calmar el cuero.
En cuanto a las uñas, es un buena aliado para fortalecerlas gracias a su contenido en vitamina E. En realidad, es un aceite totalmente multiusos que llega a incluirse dentro de lubricantes de motor, pinturas o ceras, entre otros. Dentro del mundo cosmético-médico, puede encontrarse como aceites, cremas, lociones, limpiadores, jarabes o, incluso, pastillas.
Contraindicaciones del aceite e ricino
Si hablamos de la planta del ricino, la semilla cruda posee toxicidad, pero su uso en aceites y productos cosméticos es seguro gracias a los procesos de preparación.
No obstante, se debe controlar su uso porque puede ocasionar reacciones dérmicas y trastornos intestinales. En el caso del cuidado de la piel, puede provocar reacciones alérgica como sarpullidos, hinchazón o irritación; por lo que es mejor hacer un testeo alérgeno antes de aplicarlo de forma masiva.
Tampoco se recomienda se utilizado durante el embarazo y la lactancia; porque se emplea en el ámbito clínico para inducir a contracciones cuando el parto se retrasa.