Síndrome del impostor o del fraude entre las trabajadoras
Esa sensación de no estar nunca a la altura, de no ser lo suficientemente buena o competente… esa sensación que nos hace sentir un fraude cuando no lo somos. El Síndrome del impostor es un mal psicológico que muchos trabajadores sufren en la actualidad (incluso en su vida privada) y que se relaciona directamente con cómo nos sentimos, más allá de la realidad. De hecho, habitualmente lo sienten personas de éxito como Emma Watson, Kate Winslet, Michelle Obama, Serena Williams, Meryl Streep o Jennifer López.
Ser perfeccionistas y autoexigentes, no aceptar los elogios externos o compararse constantemente son algunos de los perfiles más susceptibles de sufrir el síndrome del impostor. Incluso se puede tener un éxito merecido que la persona siente no estar a la altura o no tener las habilidades necesarias para ese éxito. En general, se traduce en inseguridades que nos machacan por dentro y que provocan que la persona piense que no tiene valor, que vale menos de lo que parece o que sus éxitos tienen que ver por factores ajenos como la suerte.
Por ello, es importante entender la importancia de aceptarse a uno mismo, de aceptar la imperfección y entender que no se necesita ser perfecto para merecer elogios o disfrutar de los logros.
El síndrome del impostor es un trastorno que puede derivar en otras enfermedades y trastornos, por lo que no debe tomarse a broma. Estrés, ansiedad, agotamiento, depresión, baja autoestima, problemas de sueño, frustración, fobia a nuevos trabajos y retos, problemas en las relaciones interpersonales son algunas de las situaciones más asociadas con él. En resumen, es un trastorno que afecta al bienestar general.
¿Qué es el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor, o de fraude, es un trastorno psicológico cada día más importante que impide a las personas asimilar sus éxitos, sintiendo que no lo merecen o que ha sido cosa de la suerte a pesar de su esfuerzo, trabajo o virtudes; así, estas personas son incapaces de asimilar sus logros. Puede afectar a cualquier persona sin importar su género, estatus social, nivel de capacidades o perfil.
El concepto nació en 1978, acuñado por las psicólogas norteamericanas Pauline Clance y Suzanne Imes); se estima que el 70% de los trabajadores lo han sufrido alguna vez en sus vidas. Paulina Clance, una de las primeras en estudiar este síndrome del impostor, consideró que es una experiencia interna de fraude intelectual en la persona. Así, se da en personas de éxito que no son capaces de interiorizar su propio éxito y puede llegar a ser crónico lo que genera ansiedad constante en la persona.
Habitualmente, se relaciona con personas auto-exigentes que puede tener distintos orígenes como personas con una infancia donde se les ha exigido siempre la perfección y se les ha valorado principalmente por sus esfuerzos; o personas perfeccionistas que entienden el éxito como su obligación y el fracaso como una decepción sin pensar en el aprendizaje que ha habido de por medio.
El síndrome del impostor, también conocido como fenómeno del impostor o experiencia del impostor, afecta en el estado anímico y psicológico de la persona, pero también le afectará directamente sobre su carrera profesional. Desde una mala relación con el resto de compañeros (mala convivencia, dejarse pisar, etc.), hasta sentirse un fraude en el trabajo que puede potenciar estrés y reducir la productividad. Además, trabajar en exceso para justificar esos logros bajo este síndrome hace que se generen desequilibrios en otros ámbitos como la vida personal o en pareja.
Incluso puede hacer que se estanquen profesionalmente al no sentirse seguros para progresar, arriesgarnos a la hora de presentar una propuesta o reclamar ciertas cosas como derechos o aumentos de salario. Ten en cuenta que esto genera dudas sobre las capacidades propias y se puede llegar a tener miedo por si otros descubren que somos un fraude.
¿Por qué las mujeres deben tener cuidado con el síndrome del impostor?
Como hemos visto, el síndrome del impostor es un trastorno psicológico que nos afecta a todas las personas. Sin embargo, según expertos como la doctora Valerie Young las mujeres pueden tener más tendencia a sufrirlo por la sobrepresión que ejerce sobre ellas la sociedad.
En la actualidad, ella y otros expertos que apuntan a que el síndrome del fraude afecta en mayor porcentaje a las mujeres por las desigualdades laborales que aún existen en muchos puestos de trabajo y que las deriva en una sobrepresión que acaba por derrumbarnos por dentro; sin embargo, estoy segura de que nos afecta igualmente independientemente del género por la sociedad en la que vivimos. Sí estoy de acuerdo en que las personas de minorías sociales pueden sufrirlo con más asiduidad que otros grupos por la propia condición del grupo.
Por un lado, las claras diferencias salariales pueden causar estrés y un nivel de exigencia más alto (“necesito demostrar más que otro para conseguir lo mismo”); si a eso sumamos que actualmente muchas mujeres aún sufren la carga de ser madres y profesionales a la vez (incluso viéndose obligadas a elegir) se genera un nivel de auto-exigencia que puede derivar en este síndrome.
Por ejemplo, una persona (véase que no hablo de mujeres como tal) se la sobrecarga de tareas muy por encima de lo que un puesto debe asumir. Por esa sobrecarga comienzan a surgir errores o despistes que al final asume la persona como errores propios en lugar de como fallos claros en la organización del trabajo. De hecho, este bucle suele acabar en una reducción de la productividad por ese estrés y sensación de fallo-fraude. En este caso, también se corre el riesgo de que se utilice esto en nuestra contra para sobrecargar más o para inculparnos sobre cosas que son ajenas a nosotros.
Tipos de perfiles con síndrome del impostor
En la actualidad existen muchos tests para identificar el síndrome del fraude que ayudan también a determinar el tipo de trastorno psicológico que subyace en la persona. De nuevo, la doctora Valerie Young explica que hay distintos tipos de perfiles en este trastorno como pueden ser los ejemplos que os dejo:
– Persona tipo que no se satisface hasta tener la sensación de que entiende todo y tiene todo bajo control. Puede llegar a bloquear en el trabajo, a no permitirle avanzar y a buscar constante formación para aprender a controlar lo que está fuera de su control.
– Persona perfeccionista que se centra en la mejora de las cosas que ha hecho en lugar del éxito que consiguió con ellas. Suele asociarse a ansiedad y a personas que suelen plantearse metas muy complicadas de alcanzar.
– Personas con talento natural para mejorar ciertas habilidades, pero que no se sienten seguras a la hora de utilizar sus capacidades. Pueden llegar a limitar su crecimiento personal por miedo.
– También hay perfiles de personas que prefieren trabajar en solitario porque tienen miedo de que se descubra su incompetencia con las preguntas que les pueda hacer el equipo.
– Existen un tipo de personas que sienten la necesidad de esforzarse siempre al máximo para demostrarle a los demás y a sí mismo que no es un impostor. Es el clásico perfil que acaba sufriendo el síndrome de burnout laboral (cronificación del estrés laboral que genera cansancio y tristeza constante).
¿Cómo combatir el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor crea, al fin y al cabo, un bloqueo emocional que impide disfrutar de logros personales, generando situaciones tóxicas para los demás y para uno mismo. Superarlo puede requerir ayuda profesional, pero, en cualquier caso, lo primero es detectar y reconocer que estás ante esa situación para trabajar sobre las emociones y la autoestima.
Como hemos visto, el miedo al fracaso a ser descubierto como impostor sin motivo, no disfrutar de los éxitos, etc. son algunos de los puntos que puede ayudar a prestarle atención. Lógicamente, hablamos de un trastorno porque no se corresponde con la realidad; hay personas que son tóxicas de forma conscientes o realmente saben que no están capacitados para ciertas tareas y aún así se lanzan a la piscina: hablamos de personas que sí tienen la capacidad y se bloquean a sí mismas por sus propias inseguridades.
Una vez que admitas el problema podrás empezar a poner solución. Por ejemplo, controlando no dejarte llevar por esos malos pensamientos sesgados y que parten de ti misma (juzgarte, analizarte constantemente, etc.); también ayuda hablar con profesionales y amigos para poner en palabras tus emociones.
Es importante aprender a aceptar los elogios y las victorias; no necesitas posicionarte sobre otro, mentir o fardar, simplemente disfruta de tu yo interior, agradécete lo que has conseguido y da las gracias cuando alguien te lo reconozca (la falsa modestia puede llegar a confundirnos respecto a nuestros logros y hacernos sentir de menos).
Como vimos antes, el síndrome del impostor ofrece la posibilidad de convertirse en un freno que ahoga el potencial de la persona que lo sufre.
Por esta razón, te invito a que pienses en la diferencia que existe entre decir “no puedo hacer esto” y decir “todavía no lo he podido hacer”. La posibilidad de realización nunca debe ser eliminada.