Qué es la piel rosácea, por qué se origina y cómo prevenirla
La rosácea es un trastorno crónico de la piel que afecta a la calidad de vida del paciente. Incluso siendo una afección habitualmente no grave, puede causar picores, irritaciones, descamación e inflamaciones que generan un pequeño malestar constante. La rosácea produce una inflamación crónica de la piel, así como un mal funcionamiento de la barrera de protección natural y el sistema inmune que protege las agresiones externas.
Por desgracia, cada día se incrementa el número de personas que lo padecen. No en vano, además de las causas genéticas o biológicas, los factores ambientales como el clima o la contaminación afectan directamente al desarrollo esta afección de la piel. La rosácea está directamente relacionada con la sensibilidad y la sequedad de la piel, causando reacciones inflamatorias y sensibilidad. De este modo, la piel se ve reseca, áspera y escamosa con irritaciones y zonas queratinizadas.
¿Qué es la rosácea?
La rosácea es, por tanto, un trastorno inflamatorio cutáneo que pude darse en distintas zonas de la piel y la causa desencadenante suele ser la sequedad por una mala humectación de la piel. Habitualmente, entre sus síntomas comunes encontramos el enrojecimiento alentado por una mala micro-circulación y dilataciones vasculares, cuperosis y erupciones cutáneas que causan sensación de quemazón o picor; entre otros síntomas como pústulas o granitos.
Según una clasificación oficial de 2002, existen distintos tipos de rosáceas en base a los síntomas que sufre el paciente:
- Pápulo-pustulosa: es el tipo más común con granitos rojos y pústulas, además de rojez e inflación.
- Eritemato-telangiectásica: la piel sufre sensación de calor, rojeces, escozor y/o eritema; especialmente se da en la zona central del rostro.
- Fimatosa: se identifica por una piel con poros abiertos y tapones de sebo; por ello, la superficie de la piel está rugosa y hay engrosamiento.
- Ocular: afecta a la zona del ojo, creando problemas de visión adicionales como hipersensibilidad, escozor y picor.
Síntomas de la rosácea en la piel
Las pieles con rosácea suelen manifestarse inicialmente en zonas del rostro como las mejillas, la nariz, la frente o el mentón. En primera instancia, suele arrancar con enrojecimientos de corta duración. Con el paso del tiempo, puede extenderse al cuello y a la parte superior del tórax; incrementando su regularidad, duración e intensidad.
Por ello, es imprescindible su diagnóstico y tratamiento a tiempo, ya que sino se corre el riesgo de sufrir inflamaciones y molestias permanentes.
Habitualmente, las pieles sensibles, claras, secas y muy finas son más propensas a sufrir rosácea. Suelen ser pieles poco queratinizadas y con poca capacidad para retener la humedad en la piel, de forma que se rompe el film hidrolipídico y genera sensación de tirantez.
¿Cuáles son las causas de la rosácea?
La piel sensible se daña con facilidad por factores internos y externos, como el estrés o el cambio de clima. Además, la rosácea produce una respuesta inmune aumentada, de forma que las reacciones ante agresiones habituales están descontroladas. Por eso suele presentar rojez, tirantez, inflamación o picor (entre otros síntomas). Requiere cuidados especiales que le aporten alivio y confort, mientras refuerzan su barrera de protección natural para protegerla de los daños externos.
Si bien las causas de la rosácea son diversas y complejas, influyen distintos elementos como las causas genéticas; ya que suele haber antecedentes familiares. También influyen aspectos biológicos como el funcionamiento del sistema nervioso (estrés), inflamatorio (control de las reacciones) y vascular (drenaje).
Los factores externos también son muy importante en el desarrollo de los brotes de rosácea. La sensibilidad de la piel con rosácea, produce reacciones por amenazas constantes como los rayos solares, el clima extremo como frío o viento. Además del clima, actualmente se estudian otros elementos que podrían afectar como el consumo de alimentos picantes o muy caliente, el consumo de alcohol, la interacción de la piel con bacterias o ácaros, etc.
Prevención contra la rosácea
La piel sensible y con rosácea precisa cuidados especiales para mantener los brotes bajo control y evitar reacciones sobre la piel. Reducir las agresiones externas será tan importante como utilizar productos adecuados para reducir y tratar sus síntomas. Por ello, es fundamental evitar productos irritantes como los jabones que resequen en exceso.
Calmar, reparar y descongestionar serán elementos claves de la rutina de cuidado de la piel con rosácea. Es importante elegir productos que normalicen el pH y recuperen la capa hidrolipídica cutánea aportando máxima hidratación. De esta forma, mejorará la elasticidad, reduciendo la tirantez. Potenciar la microcirculación y la queratinización ayudará a trabajar sobre la inflamación y reducir las molestias.
Dado que la rosácea es una afección crónica, siempre se debe cuidar la piel para mantener la capa protectora natural a pleno rendimiento, mejorando la resistencia y potenciando el equilibrio con cosméticos suaves de textura ligera. De igual modo, se deben limitar al máximo los potenciales factores desencadenantes; como la exposición al sol, al viento o al frío extremo.
La rosácea obliga a mantener un cuidado adecuado para evitar nuevos brotes. Por ejemplo, lavar con un agua muy fría o utilizar astringentes pueden alentar un nuevo brote. Hasta que éstos se consiguen controlar, es importante seguir las recomendaciones de un profesional; en algunos casos más graves, puede ser necesario el uso de antibióticos, antiparasitarias o anti-ácaros u otros tratamientos específicos.