#MujeresconHistoria Edie Sedgwick, de musa de Warhol a icono de belleza
La historia de Edie Sedgwickes es una historia de éxito y tragedia. Miembro de la alta sociedad estadounidense y musa inspiradora de artistas de la época como Andy Warhol o Dylan, Edie Sedgwickes pasará a la historia por su cabello platino iluminando todas las fiestas de la ciudad de Nueva York, con unas pupilas enormes que enamoraban a quien se centraba en ellos. Una mujer independiente con una vida problemática marcada por los problemas psicológicos.
Una fiesta y un encuentro fortuito con Warhol terminarían por catapultarla al estrellato, siempre con el recelo de muchos profesionales de la industria por su asociación con las fiestas y el consumo de ciertas sustancias. De hecho, a pesar de aparecer con regularidad en revistas del prestigio de Vogue o Life, nunca consiguió abrirse paso dentro de la industria de la moda que por la época era reticente a confiar en su estilo de vida.
Primeros años de Edie Sedgwick
Edie Sedgwick (20 de abril de 1943 – 16 de noviembre de 1971) creció en el seno de una familia acomodada y con menos de 20 años ya fue hospitalizada por primera vez debido a un problema de anorexia. De hecho, se sabe que a lo largo de su vida tuvo diversos problemas con la toxicomanía, la anorexia y la bulimia.
Tras recuperarse y volver a sus estudios en Cambridge, donde conoció al que sería su representante Chuck Wein. En 1964, con algo más de veinti-pocos años decidió mudarse sola a la Gran Manzana, lo que demostraba un carácter independiente; aunque era algo relativamente sencillo teniendo en cuenta que el piso era de su abuela y estaba ubicado en Park Avenue. Allí quedó fascinada con el ambiente moderno, ecléctico y artístico-liberal de la gran ciudad.
Entre fiesta y fiesta ejercía como modelo, llamando la atención por su alocado estilo. Así terminó frecuentando ambientes de la alta sociedad juvenil estadounidense de la época; con lugares emblemáticos como The Factory, el estudio de arte de Andy Warhol que suponía todo icono de arte y modernidad en la época.
Edie Sedgwick y Andy Warhol
Como comentábamos, bastó un momento entre ellos en una fiesta para que Warhol terminase por convertirla en una de sus musas. Comenzó a actuar en películas del artista y, a pesar de que en realidad apenas se movían en el ambiente de Warhol, los grandes medios de comunicación fueron fijándose en ella como «It Girl» del momento. De hecho, a día de hoy se considera que ha sido uno de sus primeros y máximos exponentes, a nivel de Clara Bow, la chica It Girl original.
Poco a poco ese eyeliner marcado que le caracterizaba, junto con su inconfundible pelo rubio corto combinado con grandes pendientes, además de combinar la ropa más femenina con otras que evocaban claramente la ropa masculina fueron, en gran medida, uno de los iconos estéticos de los años 60. Edie Sedgwick era un icono de libertad, juventud y rebeldía.
La relación (no amorosa) entre ambos fue intensa y dio paso a piezas icónicas de The Factory como Chelsea Girls, Pobre niña rica, Vinyl, Horse o Kitchen. Sin embargo, con el tiempo la que llegó a ser una tóxica relación entre ambos se deterioraría y terminarían por dejar de trabajar juntos. Justo en un momento en el que los problemas de la musa e icono del pop se complicaban por el consumo de drogas y una mala administración de sus finanzas.
Su relación con Bob Dylan
La relación entre Edie Sedgwick y Bob Dylan fue profesional que se sepa oficialmente, pero apareció en un momento en el que la actriz y modelo estaba de capa caída, «como una muñeca rota» he leído en algunos textos sobre su biografía. Así, ella inspiró algunas de las canciones del artista como algunos temas del disco Blonde on blonde de Dylan y, de hecho, la actriz fue una de las mujeres del interior de la portada del disco.
Ella se convirtió en asidua de los mismos sitios como el Chelsea Hotel. Finalmente, cuando definitivamente había roto su relación con Warhol, firmó un contrato con el manager del músico. Esta amistad pronto se rompió tras la boda entre Dylan y Sarah Lownds. Este periodo de su vida fue uno de los que incrementaron su autoadición, especialmente por su relación con Bob Neuwirtth, mano derecha de Dylan.
Su vida caótica, el consumo de drogas y sus problemas mentales fueron deteriorando su estado de salud y, poco a poco, tuvo que retirarse del mundo artístico para volver a casa y dedicarse a su salud. De hecho, estaba en tratamiento durante el final del rodaje de Ciao! Manhattan.
Consiguió dejar su adicción hasta que le recetaron barbitúricos para paliar el dolor de una enfermedad. Una noche, tras un violento encuentro verbal con un asistente a un desfile de moda en el Santa Bárbara Museum, volvió a casa con su marido (a quien conoció en una de sus estancias en el psiquiátrico en esta última época); tomó su medicación y no volvería a despertar jamás; muriendo con tan solo 28 años, dejando una trayectoria tan brillante como trágica para una persona que podría haber llegado muy lejos con su talento.