CAPÍTULO 10: La vida se me va
TEXTO MARÍA EN LA LUNA. No suelo explicar los poemas, ni los que escribo ni los que leo, entre otras cosas porque creo que lo bonito de la poesía es que da libertad a la interpretación. Unos versos siempre los puedes hacer tuyos, es más, siempre lo son. Sin embargo, ‘Tu verdad, tu corazón…mañana’, mensaje con el que acabé el capítulo anterior, merece una mención.
En esas líneas, no hablo de amor…hablo de autenticidad, hablo de corazones rotos que deben recomponerse, de vidas complicadas por circunstancias que deben abrirse, de nuevo, al mundo….en mi poema hablo de cómo respetar, valorar y querer a una persona que estuvo a mi lado en momentos trágicos, y a una historia que se torció, como cualquier otra, por nuestros errores pero que contó con un condicionante que la hizo más espesa.
Os adelantaba que había descubierto una gran persona tras ese cascarrabias con el que recorrí el sur de España…pues a eso hago referencia, a volver a encontrar en el futuro a ese ser especial que tantos pasos dio por mí y tan desesperado se alejó entre lágrimas y decepciones.
Y ahora empezaré por el principio, y con este último amor acabaré esta colección de historias amorosas que fueron testigo de mi lento y largo desvanecimiento, dejando paso a mis referentes en otros círculos .. como el familiar o el amistoso en los que han nacido algunas respuestas de cómo llegué a mi amargo desenlace, donde empecé a vivir de nuevo.
Se estaba acabando el verano de 2014 y yo estaba empezando una relación que duraría hasta diciembre de 2015.
Como siempre ocurría, todo pasó muy deprisa, de forma inesperada y con una etiqueta en la espalda que decía ‘Esto no funcionará’. La persona, que hasta el momento conocía de fiesta en fiesta y de un viaje de cinco días, se escabullía, era introvertida, poco valiente en relaciones personales, aunque si estaba relajado era muy agradable hablar con él…podías hacerlo de casi cualquier cosa. Su abanico era muy amplio ya que se preocupaba por tener un bagaje cultural suficiente como para resultar atractivo.
Pero poco a poco fui descubriendo a alguien que tenía miedo de amar, que no sabía cómo hacerlo pero que, a pesar de decirse lo contrario, tenía ganas de intentarlo. Alguien que, cuando no era un cascarrabias, era divertido e ingenioso. Alguien que cuanto más tranquilo estaba mejor sabía expresar sus emociones y quien estaba dispuesto a cambiar cosas de su vida, incluso de su carácter, si la recompensa era querer y ser querido. Un hombre con una sensibilidad profunda que mostraba sólo en los momentos en que el de enfrente, o por lo menos yo, creaba una situación límite de sentimientos.
Pasaron los meses y nos debatíamos entre la ruptura y el compromiso. Prometíamos guardar nuestras armas hasta el siguiente malentendido. Nuestros caracteres son fuertes y el cascarrabias tiene un punto, imposible de adivinar, en el que explota por causas que ni siquiera hoy entiendo. Por mi parte, yo necesito atenciones constantes, me gusta que me besen, me mimen y me deseen como si nada más importara, lo que asfixiaba a este hombre que nunca había tenido una relación duradera parecida.
Nos costaba encontrarnos, sin embargo nuestra relación empezó como los cangrejos, hacia atrás. Muchas de las discusiones que teníamos se iban diluyendo a medida que nos íbamos conociendo. La experiencia acumulada de las historias anteriores me sirvió mucho más de lo que hubiera pensado…y si algo tenía claro era que yo no quería cambiarle, sólo quería comprenderle.
A los pocos meses de estar juntos tomó una decisión que me haría admirarle…dejó su vida laboral cómoda, que podría darle la estabilidad económica, para ir detrás de un sueño, por buscar en su interior dónde podría encontrar la felicidad, ya que no le gustaba en qué se había convertido, necesitaba más, quería que su trabajo formara parte de todo aquello que esperaba de su existencia. Volvió a demostrarme su valentía, su inquietud y su esfuerzo. Su humor se endulzó y nuestra historia, a trancas y barrancas, continuaba.
Yo, por mi parte, intentaba ofrecerle la tranquilidad que nunca tuve y darle todo el apoyo que él decía no necesitar.
En mitad de este progreso apareció un nuevo proyecto que pondría nuestra vida patas arriba. Mi madre y yo nos quedamos un bar…él me apoyó tanto o más como yo lo hacía en su nueva aventura, sin embargo mi vida dejó de tener entusiasmo, mi tiempo se redujo a trabajo, mis horas de descanso no cumplían su función, la ansiedad se apoderó una vez más de mí y él era mi acompañante. Las tornas se habían cambiado, ahora era yo la cascarrabias, exigía (otro de los handicaps de mi vida) el todo a una persona que no tenía vivencias en pareja y a la que le costaba mucho mostrarse ante mí, bueno ante el mundo.
Recuerdo una mañana que explica perfectamente la situación….la noche anterior me había enfadado por algo, una chorrada seguro, y me levanté fría y contrariada. Empezamos a hablar en la terraza y yo le decía que era mejor abandonar, romper la relación. Algo no había aprendido y es que dejar y coger una historia de amor daña la resistencia de ésta, quema los planes de futuro…desgasta. Así que, allí estaba yo, fría, recta y segura de querer cortar con aquello.
Cuando no obtuve lo que, en el fondo de mi corazón, buscaba, una reacción de enamorado o la desesperación por creer perderme, empecé a flaquear, empecé a dudar, y el miedo a no volver a tener a esa persona conmigo me sumió en un mar de lágrimas, extasiadas y exageradas, que consiguieron enternecerle. Acabamos abrazados, tumbados el uno al lado del otro con una pasión desenfrenada y prometiéndonos amor. Así soy yo, una montaña rusa. Hoy juego con lo que ya conozco de mí para hacerme menos daño … pero confieso que a veces se me escapa.
Esa mañana me dio toda la tranquilidad que necesitaba, no hizo falta que yo le descubriera que estaba agotada, agobiada y con los nervios a flor de piel. Supo interpretarlo y actuó en consecuencia como una persona que te quiere mucho. Vi la luz, empezábamos a completarnos, era el principio de nuestras vidas.
Y eso sería lo que me transmitiría de ahí en adelante, hasta que le invadió la impotencia de no saber ni querer dar más. Además, mi percepción momentánea de las cosas le alejaron de mí.
Transcurrió el verano, con muchos momentos preciosos y divertidos, y alguna dura bronca. Él era mi aire, sólo cuando me acompañaba podía respirar, el resto de la realidad dejó de tener sentido, nada me alegraba más que él. Pero aquello no fue suficiente.
Un domingo 6 de septiembre, mi día libre, nos levantamos ásperos. Yo estaba impertinente y malhumorada mientras él se cerraba a comprender mi llamada, inconsciente, de atención.
Tras una bronca infernal, parecida a la de la noche anterior con mi madre, decidí que ya no tenía sentido seguir viviendo.
Mensaje
Hoy ruge la niebla de nuevo.
Los oscuros vuelven a ser negros
y los vacíos oscuros
porque mi recuerdo sopla
con viento oeste
y mi risa se despide de los pájaros.
Ayer soñaba que ya no estás
girando mis párpados despistados,
ya no dolían a lágrimas
ni olían a humedad.
No añoraba nuestro futuro
tan sólo recordaba lo que fue.
Mañana andaré camino a ti
sin detenerme en la esquina,
manteniendo mi paso ágil, juvenil,
mientras busco el rugir del alba
que se adelanta a otro día feliz.
Ya no hay nada que esperar
más el rojo oscurecer que un día
me hizo morir para después
asfixiar mi soledad. Son días fáciles,
ojos soleados que alargan mi despertar
recordando que, un día,
sólo quise gritar.
Podría haber borrado los gritos,
o podrías haberlo hecho tú,
más si una mañana sales a pasear
en busca de un corazón de verdad
puede que sólo encuentres
la flor marchita,
la que un día dejaste
de regar mutando el abono por frialdad.
Porque palpitar sólo hay uno,
con el mismo nombre,
el mismo rostro, la misma sal y
yo no lo tengo en propiedad.
Un cachito de mi alma se acercó
al nacer a ese monstruo de cristal,
sábanas sucias que no consiguen
dormir la noche por conjurar
los días negros que acabaron con el mar.
¿Sería una bendición que tuvo que ser
enjuagada por las gotas del fracaso
para revivir,
para reaccionar?
Si no tuviste que ser mío, quizás,
yo no te perdí,
y fue mi ángel, desde el cielo,
el que me alejó de ti.
Si no tuviste que ser mío , quizás,
por eso me dormí,
y la soga que até a mi cuello
bendijo la mañana que me alejó de allí
TEXTO MARÍA EN LA LUNA