#PrendasconHistoria El Pijama, un viaje en el sueño
Amado por unos, odiado por otros; sea como fuere el pijama nos acompaña cada noche (al menos a la mayoría) desde tiempos remotos. Hoy descubrimos más sobre una de las prendas que no faltarán nunca en nuestro armario y que evoluciona cada año gracias a las tenencias de moda. ¿Su primera función? Higiene, comodidad y calor.
Descubriendo el origen del pijama
Se atribuye la creación del pijama al Imperio Otomano, donde se utilizaban prendas específicas para dormir, al igual que se empezó a emplear la ropa de cama, pero la historia del pijama se remonta al siglo XV, cuando hombres y mujeres adinerados comenzaron a utilizar el camisón o camisa de dormir.
Una prenda más o menos unisex (tenía pocas diferencias entre la de mujer y la de hombre) compuesta por una camisola amplia y cómoda con la intención de mantener el calor durante los sueños nocturnos en una época donde la calefacción ni siquiera existía.
Se cuenta que en el Imperio Otomano se crearon los primeros pijamas con pantalón y camisa, su propagación por el mundo llegó años más tarde, en el XVIII, gracias a las relaciones internacionales del resto del mundo con ellos. Precisamente, fue cuando se popularizó el uso de los pantalones persas que se llamaban, precisamente, pijama.
Hasta ese momento, en Europa y el resto del mundo, hombres y mujeres utilizaban camisones largos y anchos fabricados de distintos materiales como lana, punto, tartán o terciopelo para dormir, similar al paejama que se utiliza en la India como indumentaria, pero fueron los persas quienes consiguieron cambiar el concepto de ropa para dormir en el mundo entero.
Del camisón al pijama de 3 piezas
En este punto de popularidad de la nueva prenda de cama, se convirtió en un elemento exclusivo de la clase alta debido a su alto coste ya que se empezaron a introducir los primeros diseños con broches y joyería como accesorios para denotar lujo, lo que, por otra parte, hizo que perdiesen una de sus funciones principales: la ligereza y la comodidad. El pijama se componía de dos prendas, superior e inferior, y su función era calentar en la cama, mantener la higiene del lecho y, en este punto, expresar un símbolo de poder.
En el siglo XVIII, se creó también el “negligée” femenino, una prenda para dormir más ajustada en la cintura, de seda o brocado, con encajes que también se utilizaba durante el día para estar por casa; mientras el camisón del hombre se acortaba y ponía el punto de mira en Persia y los mencionados pantalones holgados.
Una tendencia de lujo que duró muchos años y que se debe a los ingleses fascinados por las posibilidades de la nueva vestimenta, especialmente después de 1870; en plena época colonial parece sencillo comprender cómo se extendió su popularidad como la pólvora, adaptando los tejidos a cada rincón del mundo para adaptarlo a las necesidades climáticas, comenzando también a diferenciar entre los pijamas de invierno y los de verano en base a los materiales con los que eran fabricados.
En el último tercio del siglo XIX, la popularidad del pijama de dos piezas creció frente al camisón, pues guardaba mejor el calor, poseía mayor comodidad y un diseño mucho más moderno; durante las décadas siguientes, el pijama se extendió a todas las clases sociales.
Dentro de este siglo hay un punto referente en los años 20 cuando Coco Chanel trató de llevar a la moda esta prenda, fotografiando a modelos y personajes públicos con ellos; especialmente en el caso de la mujer era un símbolo de rebeldía ya que aún no estaba bien visto ver a la mujer con atributos masculinos como un pantalón o un cigarrillo.
Sería en los años 50 cuando se considera que el pijama estaba 100% consolidado como prenda para la cama y para estar cómodo y cómoda en el hogar, dado que se popularizó el uso del pijama de pantalón también en mujeres.