TERCER CAPÍTULO: PERO YO PERMANEZCO
TEXTO: María en la Luna. ‘Esto ya no funciona, te quiero mucho, pero como a un amigo’. Con una frase tan tópica y desafortunada puse fin a mi primera historia de amor. Cinco años de descubrimientos, de pasión, de peleas, de risas, de apoyo incondicional, de algún hecho traumático que no me siento fuerte para recordar…y así, de una forma tan fría, destrocé el corazón de una persona grande, con latidos puros.
Pensaba que llegaba la liberación, que a los 20 años no había vivido nada y ahora me tocaba a mí. La ignorancia, por mi juventud, ni siquiera me advirtió de que ese día me quedaba coja y tendría que comenzar a enfrentar la vida sin mi bastón, con el que crecí, con el que me cogió de la mano para atravesar el puente de aire que significa hacerse mayor.
Jamás me he arrepentido de que fuera él quién se quedara con mi paso de niña a mujer. Se lo regalo con todo mi cariño. Sin embargo, a pesar de las consecuencias posteriores, hoy sé que hubiera sido un error no desplegar mis alas. Sigo buscando mi nido, pero es en este viaje en el que visto mi cuerpo de pájaro con delicadas plumas que harán robusta mi alma y me proporcionarán el cargamento suficiente para nunca dejar de crecer.
A partir de ahí los hombres han ido y venido sin piedad, sin descanso…..sin indiferencia. Son cuatro más nombres invisibles los protagonistas de mi debilidad, el amor.
Me llaman idealista, y nunca me ha ofendido ese adjetivo, al revés, me da más fuerza para no abandonar mis sueños, no perder ante lo obvio aquello que siempre quise ser y hacer. Sí, el tiempo pasa, pero yo permanezco.
El amor es algo que he prodigado a lo largo de mi treintena y que aunque me ha hecho flaquear en muchos momentos, me ha dado tantos otros de plenitud y felicidad que no cambiaría ni un sólo paso de los que di.
Os contaré un poquito más a fondo quiénes son esos personajes de mi vida, a los que les di un papel principal olvidándome de que yo encabezaba el reparto, y qué ha aportado a mi vida cada uno de ellos.
Mi segundo amor llegó desde la dulzura. Tras un año de diversión apareció de la nada un hombre que me conquistó a través de valores que, quizás, o no tan quizás, yo añoraba en mí: la persistencia, la constancia y creer tanto en uno mismo que el de enfrente termine por creer en ti.
Una noche de otoño, cuando tenía 22 años, y después de haber inundado de agua salada el cemento que pisaba por desear recuperar lo perdido, a mi bastón, un chico me observaba, con una profundidad que yo no recordaba haber sentido jamás. Mi ímpetu, mi deseo de afrontar la timidez, me hizo dirigirme a él:
– ‘¿Me conoces de algo?’
– ‘No, ¿por qué?’
– ‘Porque no dejas de mirarme de una forma muy descarada’
– ‘¿Cómo te llamas?’
– ‘María’
Esa noche no dio mucho más de sí. Por mi trabajo como periodista debía haberle reconocido yo a él. Aún, hoy, piensa que fingí.
Los siguientes cuatro meses se convirtieron en una nube de casualidades, seguimos encontrándonos en distintas zonas y ambientes de Valencia. Pero la mayor parte de las veces ni siquiera nos saludábamos. No captaba mi atención como hombre, no me atraía, pero sí como persona. Había algo en él que era distinto.
Una noche de invierno, casi navideña, volvimos a coincidir en el mismo lugar de la primera luna. Fui yo quién volvió a acercarse a él. En esta ocasión triunfaron las risas y la ironía, los juegos y las trampas, las miradas, algunas profundas, otras de curiosidad.
Lo que empezó en aquel momento no ha dejado de crecer, de superar distintas circunstancias, pero puedo decir que, a día de hoy, sigue estando en mi vida y no como alguien cualquiera, sino como la persona especial que con los años me ha demostrado ser.
¿Cómo iba a imaginar que aquel chico, interesante pero tan lejos de mi apetito, con sus lecturas telefónicas nocturnas hasta adentrarme en el sueño, con sus poemas escritos a puño y letra pensando en mí y posados en mi buzón, iba a robarme el sueño del amor para hacerlo suyo, para hacerme suya?
– «Vamos a jugar», me incitó en la barra de un pub.
– » ¿A qué? ¿A lo de anoche?», le respondí.
– » Claro tonta, fue divertido…».
– » Hay mucha gente y pareceremos tontos haciendo el mimo…»
– «Olvídate de todos y céntrate en mis gestos….te pones muy atractiva intentando hacerte entender sin mediar palabra».
Mis mejillas se sonrojaron, aún les subía la temperatura ante el piropo de un hombre, que por cierto, sin saber por qué había conseguido hacer temblar mi cuerpo cada vez que su aroma, su calidez mezclada con Ángel Schlesser, susurraba su movimiento.
«Ojalá intente besarme de nuevo hoy, lo estoy deseando, no cambiaré de tema», pensé, intentando que ese sentimiento no se reflejara en mi rostro.
Nuestra boca dejó de emitir sonidos y los gestos, el lenguaje corporal, se convirtió en nuestra única interacción. Pocos minutos después me pidió, señalándose los labios con su índice, un beso. Mi cabeza se movió de un lado a otro, pero él interpretó, muy bien hecho, que realmente quería moverse de arriba a abajo. Han habido pocos besos tan intensos como aquel, aún hoy puedo trasladarme 14 años atrás y sentirlo.
Un mes y medio después, mi corazón estaba descompuesto y mi inseguridad en proceso ascendente. No lograba entender cómo una persona que tanto había luchado por tenerme en sus brazos ahora no sabía si realmente era lo que quería.
De él me quedo, no sólo con aquellos valores que mencionaba al principio, además es el segundo culpable de que me siguiera enamorando de la Literatura, de la poesía, del cine….el primero fue Mi Profesor del Instituto, ése sería mi nombre.
Segunda caída emocional señalando el órgano que hacía latir mis días. Primer período de responsabilidad y exigencia desmedida. Unid las fechas del capítulo anterior y entenderéis el resto.
Mensaje
Eres atrevida, entrometida,
sólo la fuerza de tu alma
te impide llegar más lejos.
Eres bella, salada y variada,
cambias de color al son de
tu profundidad.
Si estás muy lejos de tu final,
bueno, de tu ficticio final,
eres clara, inocente y gentil.
Cuando avanzas en tu espíritu,
hacia ese ficticio final,
te conviertes en oscura,
desconfiada, temerosa…
Pero no te rindes.
Dos nuevos pasos hacia mí
y vuelves a tornarte clara.
Tu aroma roza mis labios.
Vas acariciando el presente,
mi presencia,
bajo una bata de color blanco
que se arrastra a tu son.
Ya puedo oírte.
Y cuando logras posarte
bajo mis pies,
la claridad de tu profundidad
era un chiste.
Te conviertes en vida,
la más dulce,
a pesar de tu camino salado,
la más honesta y valiente
que jamás conocí.
Y entonces, yo, querría ser tú
TEXTO: María en la Luna