CAPÍTULO OCHO: Volando al Norte
TEXTO MARÍA EN LA LUNA. Subí al avión con las manos enrojecidas por la mezcla de sensaciones que invadían aquel vuelo. Cuatro meses, un ordenador, un teléfono y algunos encuentros me dirigían a Santiago de Compostela sin billete de vuelta.
De aquellas madrugadas de primavera, que acababan con agujetas en mis dedos, con el teclado sudado y con mi luna llena de sonrisas, pasamos a crear un futuro imaginario que nació en las nubes pero había que bajarlo al mar.
Facebook es un chivato. Un día cualquiera, un nombre desconocido me solicitaba amistad. No suelo dar al ok si no le conozco, pero era amigo de uno de mis amigos. Así que me cogió en un día tonto y acepté.
Aquel gallego, ¿quién no mira el muro de un nuevo contacto en la red?, no despertó ni mi interés ni mi apetito.
Una noche muerta, de esas que te tumbas en el sofá a ver la tele pero ni siquiera ella consigue distraerte, le presté atención a aquel larguirucho que tenía ganas de conocerme. Sólo tuve que despejar mis prejuicios y superficialidad 20 minutos para que aquella conversación acabara viendo el sol. Eso se repitió en varias ocasiones.
Él hacía un Máster en Madrid y yo, por trabajo, visitaba la capital semana sí semana no. Un viernes de abril, el vasco, mi vasco, el chalado…me había propuesto vernos aprovechando un viaje suyo también a la capital. El gallego me propuso, justo ese mismo viernes, avanzar un paso más y quedar, después de sus clases, a tomar una cerveza.
¿Con quién creéis que quedé finalmente? Sí, como si fuera la actriz en prácticas de aquella película, con mi dulce amargura, como me canta mi amiga Ela Vin en ese tema precioso que compuso para mí, Lunática (enlace al tema). Pero en el último momento mi chalao pensó que prefería irse a Málaga a visitar a sus abuelitos…esta vez era yo la que lloraba, no él.
Quise acallar mis lágrimas con una primera impresión del interesante, pero poco atractivo para mí, que calzaba un 45 de pie. Era tarde, no tenía su teléfono, y no se conectó a la red. Así que, vuelta a Valencia a superar mi nuevo desengaño, ya hacía un año que no me había perdido en su sonrisa y la echaba tanto de menos…
Sin embargo, puedo ser ingenua, idealista e incluso ilusionista, pero la vida hace callo igualmente en mi corazón, con lo que esa misma noche estaba riendo y disfrutando de la velada junto a mis nenas.
A la semana siguiente el larguirucho me escribió desde la estación…había perdido el tren a Santiago y le tocaba esperar un par de horas al siguiente.
«Cambia el billete y vente a Valencia a disfrutar del día y medio que te queda hasta el lunes de trabajo», le tenté jugueteando.
Intercambiamos dos frases más antes de que me enseñara el billete con su nuevo destino.
«Pero en qué líos me meto por mi bocaza sin filtro», compartí riendo, entre nerviosismo y miedo, con mi madre y una amiga que estaban tumbadas en el sofá de enfrente mientras yo escribía.
El día y medio fueron divertidos y agradables, pero nada de feeling por mi parte. Tuvimos algún acercamiento pero cuando le llevé al aeropuerto para poner 1.000 km de distancia no sentí ese vacío que te mueve cuando alguien te ha calado.
Fueron pasando las semanas y nuestra relación fue cogiendo una forma sorprendente para mí. Llegó un momento que esperaba su llamada diaria, su conversación antes de dormir, su cara tras el ordenador a través de Skype. No sé cómo pero en poco tiempo estaba en su casa de Santiago de Compostela y él acompañándome en mis viajes laborales por el país.
A los dos meses de la primera conversación estábamos planeando las vacaciones de todo el mes de agosto juntos, y antes de separarnos para volver a la cotidianeidad, de forma muy romántica, en la bonita ciudad bella de la Terreta y entre temblores y algún que otro tartamudeo, me pidió que me fuera de forma temporal a vivir con él. Y digo temporal porque su propuesta fue solucionar unos temas pendientes y venirnos a iniciar una vida juntos a Valencia.
El 12 de octubre tenía el billete, dos semanas antes una llamada me encogió el pecho. «Se me había olvidado que mi madre tenía revisión, han ido solos mi padre y ella y les han dicho que el cáncer de páncreas se ha reproducido». Aplastante. Nuestro sueño iba a empezar con la tristeza de ver cómo iba perdiendo a su madre. Mi familia me hizo dudar sobre iniciar una relación en un entorno enfermo, pero decidí que en ese momento él me necesitaba más que nunca.
La mañana del 12 de octubre nos fundimos en un abrazo, mezcla de alegría y dolor, que daba comienzo al infierno que nos tocaría vivir.
Impulsividad, compromiso y miedo definirían el final de este capítulo.
Marciana
Abres los ojos con luz propia,
lo has soñado siguiendo el impulso
que, casi siempre, te hiere.
Pero están abiertos, tan sólo
la muerte te refugia en las lágrimas
que no son tuyas pero sí esperan
secarse para ti.
Una voz grave te acompaña
hasta el infinito diciendo que nunca
dejará de sonar, que eres tú
lo que le hace soñar.
Empecemos la aventura,
la locura, de ser o no ser
pero arriesgando juntos
la vida que un día nos regalaron.
Escucha el fondo del poema
que el principio te impedirá
volar hasta tocar las alas
de los pájaros que un día
nos hicieron bailar.
Soy tu Marciana y tú eres mi esperanza.
Mayo de 2016
María en la Luna